BREVE RESEÑA DE LA LABOR DE LAS HIJAS DE LA CARIDAD EN ÉCIJA

Para hablar de la extensión en el tiempo en que las Hijas de la Caridad han desarrollado su labor en Écija, tendríamos que remontarnos a más de un siglo de su llegada, hablamos de 1.888.
Aunque ahora celebremos el centenario del colegio Nuestra Señora del Valle, es bueno mencionar que además de esta labor educativa en valores cristianos y culturales, también han desarrollado una ingente labor al servicio de los pobres mediante la casa cuna, la casa de huérfanas y la tienda-asilo.
No debemos olvidar los años en que las Hijas de la Caridad cuidaban con cariño y esmero a los enfermos del Hospital de San Sebastián de nuestra ciudad.
Centrándonos en el tema que hoy nos interesa más, la etapa educativa al frente de un gran colegio, que ha atravesado por grandes vicisitudes, empezaremos por hablar de sus orígenes y de su lucha por mejorar día a día, y servir como cauce de la fe cristiana en la formación integral de todas las personas que en él se han educado.
Nos remontamos al año 1846 en que Sor Teresa de Vida y Mantilla de los Ríos, bienhechora de las Hijas de la Caridad y fundadora de los misioneros de San Vicente de Paúl de Écija, desarrolla una gran labor de evangelización en la localidad, patrocinando y financiando esta casa.
Avanzando en el tiempo recordamos también a otra gran benefactora y superiora de la Comunidad de Hijas de la Caridad en Écija, Sor Carmen Moreiras Mangana, situándonos ya en el año 1877.
Gracias a la donación en herencia de esta casa palaciega, en la que hoy se encuentra el colegio Ntra. Sra. del Valle, a una Hija de la Caridad, las hermanas pudieron extender la espiritualidad que las caracteriza y educar en el saber a las señoritas de la época, junto a párvulos, unitaria y jóvenes obreras, desde 1914, exactamente el día 30 de Septiembre, en que tiene lugar la apertura del colegio.
Considerando en todo momento la condición impuesta por la donante, se mantuvo el obrador, en el que las jóvenes podían aprender a bordar, tocar el piano, pintar…. Y lo más importante, inculcar en sus corazones el amor a nuestra Virgen Milagrosa, llevando con orgullo su medalla y haciendo gala de todas las virtudes cristianas de una joven culta y educada, preparada para la vida en familia y laboral.
Fueron muchas las damas que desfilaron por el colegio para hacerse su ajuar, aprender música, pintar cuadros y tener una cultura general buena, así como profesar una gran devoción a María Milagrosa, fundándose la asociación de Hijas de María y las Damas de la Caridad.
Transcurrieron los años y las Hijas de la Caridad fueron evolucionando y ampliando horizontes, innovando día a día, atendiendo a las necesidades de familias que vivían temporalmente en el campo, o bien en los pueblos más cercanos, incluso ofreciendo el Centro como Hospital de Sangre durante la guerra civil, desde Enero de 1937 al 30 de Abril de 1939.
Se adapta la casa para un internado, que comenzó en 1952 aproximadamente, y en el que había sólo 3 niñas, y que más tarde fue ampliándose hasta superar las 50 internas.
Ya se abarcaba un amplio abanico: colegio, obrador, comedor escolar, internado, ropero, actividades apostólicas...
En estos años Sor Rosa enseñaba a bordar, pintar, tocar el piano…, y junto a Sor Vicenta, hacía una gran labor de relaciones sociales con señoras nobles que podían colaborar con el colegio y la Comunidad, tal es el caso de Dª Paca Bobadilla, la Marquesa de Peñaflor, los Condes de Valhermoso, los Duques de Almenara. Todos velaban porque se mantuviera la institución educativa de carácter religioso, que tanto bien hacía a los pobres.
También mencionar a Sor Ventura, Sor María Ibáñez, Sor Juana, la Directora, Sor Filomena y tantas hermanas más, que se encargaron de la formación de las alumnas en cuerpo y alma, todas muy queridas por el pueblo ecijano.
Como anécdota, mencionar que esas alumnas con uniforme azul marino, bien largo y con aquel cuello rígido de color blanco, que tanto les molestaba, salían del colegio muy bien formadas para examinarse de ingreso en Osuna, y de Bachiller o de Magisterio en Córdoba, pues bien, era tanta su alegría y agradecimiento, que cuando se casaban y terminaba la ceremonia religiosa, venían a su colegio a entregar a la Virgen Milagrosa de la capilla, su ramo de novia, y escuchar a las Hermanas cantarle la Salve, después se iban al banquete de boda felices y contentas.
En aquella época había un gran jardín en el colegio con muchas flores, que las hermanas utilizaban para hacer coronas para los difuntos y así obtener algún ingreso más.
También es curioso el recuerdo de aquella alberca en la que se bañaban las alumnas durante el verano.
Las Hijas de la Caridad vestían entonces unos hábitos bastante más incómodos que los actuales, con grandes tocas almidonadas, que llevaban con gran porte y elegancia, sin que eso les impidiera trabajar con las alumnas con soltura y alegría.
De este internado, que duró bastantes años, salieron grandes personas que en el futuro desempeñaron puestos de relevancia en el mundo laboral. Entre ellas y más cercana en el tiempo, recordamos con cariño a nuestra directora Sor Elena, procedente de la Luisiana y ya tristemente fallecida.
Las exigencias de la sociedad y la nueva normativa de educación de 1971, obligaron a la Entidad Titular a llevar a cabo grandes cambios para hacer frente al fluctuar de los tiempos.
Así fue transformándose poco a poco el colegio, desapareciendo el jardín y la alberca para convertirse en patio de recreo, la gran puerta de madera que daba acceso al edificio principal, la solería empedrada tan bonita de la entrada, la cancela y mucho más. Hubo que ampliar el edificio y modificar varias dependencias, como la capilla grande que quedó más reducida.
Con el tiempo fueron adquiriéndose las fincas colindantes que se convertirían en los edificios de Educación Primaria y Educación Secundaria.
Antes de que pudiera ampliarse el colegio, las clases estaban distribuidas en el edificio principal. En la parte de arriba, que antes había sido el obrador, estaban las clases de las mayorcitas y abajo en el patio de mármol, las de las más pequeñas.
La guardería que estaba en la calle Santa Cruz, se instala en el colegio, así como el comedor, que supuso una gran ayuda para el Centro, hasta que más tarde comienza la Educación Infantil, siendo directora Sor Carmen Mª Páez.
Grandes Hermanas han pasado por este colegio y debemos destacar la labor caritativa que desarrolla Sor Mercedes Arbeo, que ha atendido y atiende, durante 43 años ya a los más necesitados, protagonista de un gran y merecido homenaje en San Gil.
Siguen los cambios y como anécdota podemos citar el caso de un alumno que se matriculó en nuestro centro el primer año en que el colegio fue mixto, ya podían estudiar juntos niños y niñas, como era el único entre todas las alumnas, lejos de sentirse extraño se sentía el más feliz del mundo, y nunca quiso irse a otro centro educativo.
Sor Dolores Soto comenzó la obra del edificio de Educación Primaria, siguiéndole Sor María Vilaplana que con tanto gusto y estilo la culminó.
El colegio contaba con 8 unidades concertadas, con 353 alumnas y una unidad de párvulos no concertada, con 40.
Recordamos con cariño la colaboración especial de tantos padres que ayudaron de una u otra forma, a que todos los proyectos se hicieran realidad.
Aún perdura en la retina de muchas jóvenes, actualmente madres de familia, la imagen de aquella carroza que salió del colegio para formar parte del desfile del pueblo, esa pirámide diseñada por D. Joaquín Ojeda, padre de una de nuestras alumnas, que desfiló con las egipcias más guapas que uno pueda imaginar, aunque sus pelucas, fueran los flecos de fregona bien recortados para la ocasión.
Todo marchaba a una velocidad de vértigo. El colegio crecía y necesitaba conseguir la Educación Secundaria, ya teníamos la subvención y era necesaria una nueva ampliación ante los cambios educacionales surgidos.
Sor Purificación y Sor Trinidad Momboisse lo hicieron posible, dejando el colegio como está actualmente.
Con Sor Mª Teresa nos concedieron el aula de integración, tan necesaria para nuestros alumnos.
Han pasado por este colegio tantas Hermanas maravillosas, Hijas de la Caridad, que es imposible nombrarlas a todas, pero vaya por delante nuestro agradecimiento a todas ellas.
Lo que empezó siendo un obrador para las señoritas de finales del siglo 19, es actualmente un gran colegio bilingüe, dotado de las mejores instalaciones y adelantos tecnológicos en las clases, y un profesorado y personal de administración y servicios inmejorable, entregado a su trabajo con ilusión y alegría, sin perder nunca de vista nuestro Carisma Vicenciano y con un lema como bandera: “Saber más para servir mejor”.
Con Sor Pilar Goicoechea, como Directora Titular celebramos los 100 años al servicio de los niños y jóvenes de nuestra ciudad, como Centro Educativo Vicenciano de las Hijas de la Caridad.
Todo esto ha sido posible gracias al esfuerzo de la Entidad Titular, de las Hijas de la Caridad que han sabido administrar los fondos de la subvención con maestría, cubriendo el déficit anual con sus propios ingresos, persiguiendo siempre el mismo fin: “Mantener nuestro colegio como un centro católico en el que los valores Vicencianos y la devoción a nuestra Madre Milagrosa perduren en la espiritualidad de cada persona que se eduque en él”.
Esta casa, que fue cuna de la alta aristocracia de Écija, no ha podido ser más enaltecida y perpetuada gloriosamente, que al constituirse en Colegio para los Pobres.
Comenzamos un nuevo siglo en el devenir educativo, dando las gracias a nuestras Hermanas, Hijas de la Caridad, y esperamos que el Carisma Vicenciano continúe durante muchos siglos más en nuestros corazones, recordando siempre que somos sembradores de paz y amor, que darán su fruto en las generaciones venideras.